LA RANA QUE QUIZO SER BUEY Había una vez una rana que no se gustaba nada de nada. Todos los días del año se acercaba al estanque más cercano para ver su reflejo en las aguas y se deprimía contando todos sus defectos ¡Qué fea y vulgar se sentía!Detestaba su gigantesca boca de buzón que, por si fuera poco, emitía sonidos carrasposos que nada tenían que ver con los dulces trinos de los pajaritos. También pensaba que el color verde lechuga de su cuerpo era feísimo, y estaba obsesionada con las manchas oscuras que cubrían su piel porque, según ella, parecían verrugas. Pero sin duda lo que más le repateaba era su tamaño porque el hecho de ser tan pequeña le hacía sentirse inferior a la mayoría de los animales. Cada mañana, después de contemplarse en el estanque, regresaba a su casa lamentándose de su mala suerte. La ruta de vuelta era siempre la misma: sorteaba unas cuantas piedras, recorría el camino de setas rojas con lunares blancos, y atravesaba la pradera donde viví
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